¿La caza como parte de la cultura?

Nuestra sociedad es la que es porque el ser humano evolucionó durante milenios hasta convertirse en lo que es. Durante muchos de esos milenios, su supervivencia paso por la caza para obtener el alimento necesario. Suponemos que de forma instintiva, los primeros humanos, abandonaron su dieta basada en frutas y semillas, para pasarse a la carnívora. Sin mayor planteamiento, los seres humanos prehistóricos, gozaban de una posición de poder frente las bestias y animales de la época. Como no estábamos allí y esto nos lo cuentan antropólogos, arqueólogos e historiadores, entre otros ilustrados, aceptamos que es así.

La misma evolución que llevó al ser humano a convertirse en un cazador con tintes de depredador, lo trajo hasta la sociedad de consumo que consiste en que unos producen lo que otros se comen. Surgieron hace siglos esos intercambios de intereses alimentarios en los cuales unos cazaban y otros cultivaban. Más recientemente, se desarrollaron las cadenas de producción en las que se cría a los animales para sacrificarlos y posteriormente, ponerlos a disposición del consumidor. Lo mismo sucede con la pesca que, de origen era una mera cuestión de supervivencia. Ahora tanto caza como pesca, son consideradas como deporte, entre otras cosas.

Como aspecto cultural del ser humano, no podemos negar la evidencia. El instinto animal y salvaje, siempre estuvo presente en su ADN para impulsarle a sobrevivir mediante los alimentos que la naturaleza puso a su disposición. El instinto cazador ya estaba presente cuando los primeros homo sapiens plasmaron su arte en las cuevas con sus pinturas rupestres. Esos retratos de la sociedad prehistórica, todavía permanecen en algunos lugares, como bien sabemos. Ahora, para disfrutar de la caza, los cazadores tienen que cumplir con normativas y leyes que otrora, no existían ni eran necesarias. Por suerte para ellos, pueden encontrar lugares destinados a la caza, como los cotos de caza privados o sin privar, e incluso, alquilar espacios rurales como Cortijo El Sapillo que incluye una experiencia de caza con coto privado e instalaciones adecuadas para pasar unos días deleitándose entre disparo y disparo.

Cultura y tradición ¿necesaria?

El asunto de la caza va más allá de la cultura y la tradición cazadora de los seres humanos. La controversia que despierta este tema no deja a nadie indiferente. Entre fervorosos defensores y más fervorosos aun, detractores, la diversidad de opiniones oscila entre bien y mal, con algunos indiferentes. En los tiempos que corren, no está especialmente bien visto salir con la escopeta a cazar perdices, ciervos o jabalís. Existe una gran mayoría que condena estos actos tildando de asesinos a los cazadores. Quizá, no sea para tanto.

Algunos cazadores, aluden a la necesidad de mantener un equilibrio en el ecosistema para dar una razón de ser a la caza por placer. Otros, más francos según ellos mismos, aseveran que es necesaria y además, lo hacen por gusto, no por cuestiones de equilibrio. A pesar de ello, todos los cazadores insisten en que aman a los animales. Del mismo modo que el torero, ama al toro. Paradojas poco aceptables para muchos, nada comprensibles para la mayoría. En cualquier caso, respetables.

Remontándonos a esos tiempos en los que el ser humano primitivo sentía la necesidad de cazar para alimentarse y alimentar a los suyos, a las mentes más inquietas, no asalta un pensamiento: el de valentía. La valentía de probar lo desconocido, de plantearse que aquello a lo que has dado muerte puede alimentarte y hacerte más fuerte que un puñado de semillas. Se trataba de supervivencia, sencillamente. Cuando se trata de sobrevivir, no se trata de valentía, sino de un instinto que va mucho más allá. La caza entonces, se convirtió en una actividad necesaria, una forma de vida para poder sobrevivir que prevaleció durante milenios.

Al mismo tiempo que la agricultura se abría paso y se conocían muchos más tipos de alimento. Según los antropólogos, la proteína animal permitió esa evolución de nuestros cerebros haciendo posible todo lo demás. Seguro que ante esta afirmación, más de uno se dice a sí mismo que mejor no haber descubierto la proteína animal. El ser humano moderno, puede ser tan atroz como bondadoso. A esto nos lleva la cultura de la sociedad, a un momento en el que algunas cosas innecesarias, se hacen solo por placer.

Entonces, ¿es necesaria la caza? Desde el punto de vista objetivo, no lo es. Bajo ningún concepto. Ya disponemos de muchos animales criados para su consumo y abastecer a las personas. Desde el punto de vista de la supervivencia. Tampoco. Salvo en situaciones de necesidad que pueden darse en determinados momentos, cada vez menos. Sin embargo, no por ser innecesaria debe ser tan condenada. Existen muchas cosas innecesarias en la vida que aceptamos como buenas y validas, como por ejemplo que se pague una millonada a una persona que da patadas a un balón, en lugar de invertir en ayudar a la gente que lo necesita, para que no se vea en la necesidad de cazar (me refiero a países tercermundistas). Pero el fútbol mueve masas y “une” personas que, en muchas ocasiones se dan caza unas a otras porque sus equipos son contrarios.

Con este ejemplo que a muchos incomodará, quiero decir que la caza en sí, no genera violencia, potencia la camadería y fortalece los vínculos con la esencia del ser humano. El fútbol, mal que nos pese, incita a la violencia sin sentido y conduce a la barbarie. Es más fácil ver en las noticias una agresión de hinchas o la quema de contenedores por los seguidores que escuchar una disputa entre cazadores.

El fútbol es cultura, es tradición, une y divide. Mueve masas, muchas veces en el peor de los sentidos y cantidades ingentes de recursos y dinero que podrían destinarse a otras acciones. ¿Es necesario todo esto? No. La caza se cobra vidas de animales con un fin, en muchos casos de consumo propio (al menos no se desecha), une personas y fortalece vínculos con la naturaleza aunque sea de un modo peculiar. ¿Es necesaria? Tampoco. Muchas tradiciones y culturas o costumbres, son innecesarias y permanecen.

Instinto que desaparece generación tras generación

Para tranquilidad de muchos, lo más probable es que ese instinto de caza, desaparezca del todo, aunque lo hace de forma gradual. Aunque todavía existen muchos amantes de esta actividad, lo cierto es que cada vez son menos. La necesidad hace que el instinto aumente. Ante la falta de necesidad, el instinto empieza a desaparecer. Lo mismo que ha ocurrido con la inmensa mayoría de la sociedad que carece de ese instinto por considerarlo innecesario. Tenemos todo al alcance de la mano. Alimentos de todo tipo elaborados y sin elaborar, para nuestro consumo sin la necesidad de tener que salir a buscarlo rifle en mano.

Aunque si nos paramos a pensar, los mataderos pueden ser otro punto muy controvertido. Bien mirado, vivir una vida plena en tu hábitat y que un día, el cazador la sesgue, resulta horrible. Sin embargo, esperar tu muerte en un corredor sin saber que hay más allá de esas paredes o verjas, tampoco es plato de gusto. En ambos casos, se trata de animales que tienen su derecho a la vida ¿o no? A fin de cuentas, se trata de una cadena alimentaria previamente establecida en la que todos somos un eslabón. So pena que el último o primero, sea el ser humano que pone su supremacía en alto para manejar el medio.

Con caza o sin ella, el ser humano necesita de emociones fuertes. Es la única especie capaz de aniquilarse a sí misma sin necesidad de supervivencia. Tan solo por el mero placer de ponerse por encima del oponente. Mucho hemos evolucionado desde nuestros orígenes. Hemos creado innumerables culturas a lo largo de nuestra historia y no todas permanecen porque evolucionan y unas, desembocan en otras. Defender la caza con este argumento cultural, resulta tan pobre como defender la violencia en el fútbol, por seguir la línea argumental.

Existen muchas tradiciones en nuestro país, (no vamos a mirar a otros para no inquietarnos más) que deberían ser abolidas y dejar de contemplarse como aspecto cultural. Quizá la caza sea una de ellas. Debería ocupar otro lugar hasta que de forma natural, desaparezca. Eventos culturales como los encierros, los toros y algunas tradiciones como el toro “embolao” o la cabra que colgaban del campanario, no están bien. No deberían formar parte de ninguna cultura o tradición popular aunque existan. Algunas son condenables, otras, cuestionables.

Para concluir, un último ejemplo de como las culturas y sus tradiciones evolucionan y no pasa absolutamente nada: los gladiadores romanos. ¿Qué diríamos ahora si existieran esos circos romanos en los que se pone a dos fornidos luchadores a luchar a muerte? Y lo que es peor a un gladiador contra un león o animal salvaje con la desventaja que eso supone. Hace dos mil años, era la cultura popular, igual que poner a ciudadanos en esos circos frente a las bestias. En aquellos tiempos, normal, divertido y emocionante. Si siguieran celebrándose aquellos eventos, tendríamos un grave problema mental. Del mismo modo que desaparecieron dando lugar a otras tradiciones igualmente burdas pero cada vez más light, las culturas actuales, desaparecerán. Ahora bien, el hombre inventa lo inimaginable y siempre se supera. Lo que venga después de la caza por tradición…

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